Vuelta a la anormalidad

Vuelta a la anormalidad

¿Antes del confinamiento sentías que necesitabas un descanso, una tregua en tu vida en la que parar, un tiempo para hacer todo aquello pendiente y acumulado que te gustaría? ¿Ahora que todo se ha parado sientes que te subes por las paredes, que el día no te cunde para nada y no encuentras la energía ni las ganas para hacer todo eso que querías hacer? Paradójico. Puede que la respuesta esté más cerca de ti de lo que piensas. 

Me aventuro a pronosticar que coincidimos en que estamos viviendo una situación excepcional, incluso histórica, probablemente el mayor desafío de nuestras vidas como parte del conjunto de la sociedad. Coincidiremos también en las ganas de salir a la calle, ver a los nuestros y fundirnos en múltiples abrazos con seres queridos. También podemos coincidir en estar agradecidos a aquellas personas que exponen su salud para salvaguardar la nuestra, independientemente de si comulgamos o no con esto de los aplausos. 

No tengo tan claro que coincidamos en el discurso sobre “cuando todo esto termine y volvamos a la normalidad”. Entiendo que volver a la normalidad significa volver a la vida pre-confinamento, con sus normas y sus mandatos a nivel social y con nuestros hábitos y automatismos a nivel individual. Lo que no me convence es esa vuelta y por tanto aprovecho este parón que nos han impuesto en nuestras vidas para lanzar la siguiente pregunta: ¿lo que considerabas normal antes tiene algo que ver con lo que necesitas ahora?

Mi desconfianza surge por lo siguiente. Hace un mes estaba deseando parar, desconectar y respirar, bajar del tren y descansar un poco en la estación antes de continuar. En este momento, en el que tanto mi tren como el sistema ferroviario entero han entrado en huelga indefinida, estoy que me subo por las paredes. Aquello que tanto deseaba, tiempo y espacio para mí, ha llegado de manera impuesta y no lo quiero, no soy capaz de aprovecharlo, así no, esto no me satisface. Ni contigo ni sin ti, ni tanto ni tan poco. Aquí algo pasa. 

El mundo y la vida tal como los conocemos están formados por polaridades. Tenemos el día y la noche, el todo y la nada, el bien y el mal, la derecha y la izquierda, lo correcto y lo incorrecto, lo mío y lo de los otros, acelerar y frenar… entre otros grandes éxitos. Polos extremos de un continuo en el que un tal Aristóteles situaba su famosa virtud en el medio entre ambos. Volantazo, vayamos a la película Blade (1998) en la que el vampiro homónimo protagonista era también conocido como “day walker”, el que camina en la luz. Esa era su virtud, venir de la oscuridad y poder caminar en la luz, poder integrar los polos. Tomemos esa polaridad, aprovechando tan dispares referencias. Pese a la oscuridad que asola nuestros días, escojo situar la oscuridad en la etapa pre-confinamiento, oscuridad por estar viviendo en ese tiempo nada lejano con una venda en los ojos formada por nuestros automatismos y nuestros hábitos, adaptándonos al máximo al ritmo y paso que nos marcaba la sociedad. Sobre este manto oscuro del que venimos, el confinamiento puede emerger en forma de luz, la luz de la conciencia, de la presencia, del darse cuenta, del parar y respirar, de coger aire y espacio para poder situarnos en el medio virtuoso, tomar conciencia del lugar que ocupamos en el aquí y ahora y hacernos cargo de ello como individuos y sociedad.  

Veamos si con esto de la polaridad resolvemos la ecuación anterior del ni contigo ni sin ti. El hecho de que el confinamiento impuesto no me agrade lo entiendo, entiendo que no me apetezca hacer todo aquello para lo que deseaba disponer de tiempo, es coherente con el diezmado estado de ánimo derivado de la situación externa y la compleja gestión interna de todo lo que ocurre. Al fin y al cabo somos seres sociales en necesidad de interacción (como latinos, ibéricos y mediterráneos todavía más si cabe) y esta situación interfiere de manera directa con esa necesidad vital. Vale, ya tenemos el valor de “y”, ahora falta despejar la “x”. Esta incógnita tiene que ver con el malestar derivado de nuestro estilo de vida, aquel que ya estaba presente antes del confinamiento y el que confiábamos que podría verse solventado con un poco de descanso y tiempo. Parece que no es así, y parece también que en esta situación de parón global e individual, nos toca a cada uno y cada una despejar nuestra propia variable. Nos toca explorar ese estilo de vida, esos hábitos y automatismos que llevábamos a cabo antes y que nos generaban ese malestar derivado de tanta activación y movimiento, de tanto meneo en nuestras vidas. Nos toca poner esos mecanismos en cuarentena, identificarlos, escuchar lo que tienen que decirnos y hacernos cargo de ellos. Todo eso, a ser posible, en el aquí y ahora. 

La pregunta del millón, ¿cómo puede ayudarnos en esto el confinamiento? Sí, este confinamiento que cada día nos vuelve más “locos”, es el mismo que puede facilitar la cura. Coge papel y boli y veamos cómo: 

  • Esta situación nos recuerda de una manera firme y clara que no tenemos control sobre la gran mayoría de situaciones y vivencias que experimentamos. Aprovecha y escribe en una columna las situaciones que en tu día a día intentas controlar. Párate, respira y toma conciencia de ellas. A continuación valora en la columna de al lado si en realidad están en tu mano, cómo y por qué. Esto es como en el colegio, la respuesta tiene que venir fundamentada sino no vale. 

Nivel experto: tras el ejercicio, anota en una tercera columna la respuesta al ¿para qué?, es decir, párate a reflexionar sobre la función o necesidad que hay detrás de tu intento por controlar cada situación. 

  • Lo mejor y único que podemos hacer como ciudadanos para contribuir a solucionar esta crisis es no hacer nada, quedarnos en casa. Pregúntate si esto cuadra con tu esquema o si por el contrario sueles hacer cosas para solucionar las situaciones que se te presentan. Otra lista venga, en una columna las situaciones que se te suelen presentar en tu día a día y en otra columna lo que haces y no haces para solucionarlas. 

Nivel experto: pregúntate de nuevo el para qué de esas acciones y valora si en realidad te están sirviendo para alcanzar lo que necesitas. 

  • El hecho de parar a nivel externo no implica que paremos a nivel interno. Hasta puede ocurrir al revés, en esta situación tan crítica que experimentamos nuestra cabeza, no para, los pensamientos vuelan a la velocidad de las insistentes y machaconas noticias, nuestro enfado se acumula al pensar cómo hemos llegado hasta aquí y cómo los que mandan lo han permitido y nuestra ansiedad se dispara al pensar en lo que pasará mañana. Dónde hay crisis hay oportunidad y en este caso la oportunidad pasa por ser capaces de conectar con nuestro presente para situarnos en el aquí y ahora, el único lugar que tiene lugar. Protégete de la sobre información, 1 horita al día de noticias y otra de redes sociales son más que suficientes. Limita hablar de esta situación con todos a todas horas. Haz cosas que te gusten y que necesites, cuídate y evita estar todo el rato en lo mismo. 

Nivel experto: descarga una de las múltiples aplicaciones para meditar de manera guiada, videos de YouTube, Spotify, radio patio o la que te resulte útil y comienza a sentarte, a respirar, meditar, conectar contigo y escuchar aquello que tu cuerpo tiene que decirte a través de las emociones que experimentas. Lo demás vendrá solo. 

De esta manera, cuando todo vuelva a la normalidad, tendremos más posibilidades de que lo anormal en nuestras vidas no nos afecte de manera automática sino que podremos tomar conciencia de cómo nos afecta y con ello decidir de manera autónoma (que no automática) cómo gestionamos cada situación. Tomar conciencia nos da la posibilidad de elegir, de elegir no seguir cuesta abajo y sin frenos con nuestros hábitos y mecanismos, nos da la posibilidad de caminar durante el día como Blade si es lo que necesitamos o de confinarnos en la cripta y dormir como murciélagos. Todo aquello de lo que no tomamos conciencia nos chupa energía y nos la resta para destinarla a aquello que necesitamos. Tomar conciencia de nuestras necesidades es fundamental para poder hacernos cargo  de a dónde dirigimos esa fuerza que nos mueve y así poder aprovechar su corriente a nuestro favor. 

Ánimo, llevamos mucho y queda mucho. Qué suerte que queda lo suficiente como para conocernos un poquito más cada día, poner en práctica la mirada hacia dentro y así poder volver a la anormalidad más normales que nunca. 

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