En la amabilidad podemos encontrar la herramienta para arreglar la situación en la que vivimos hoy en día, ya que puede convertirse en la manguera que sofoque el intenso fuego en el que nuestra sociedad se consume y a posteriori desempeñar la función de regar los brotes verdes que surjan tras esta crítica época.
Cuando presenciamos un acto de bondad en la calle o cuando lo visualizamos a través de un vídeo, hay algo en nosotros que conecta con ello y nos emociona, como si de alguna manera fuésemos protagonistas de ese acto, dando o recibiendo amabilidad. Todos nosotros tenemos la capacidad de ser un recipiente de bondad y esa parte que nos conecta a la escena mencionada es una muestra de ello. Un recipiente de agua está diseñado para contener líquido y también puede cumplir la función de verter y repartir dicho líquido en otros recipientes.
Por naturaleza, también tenemos las capacidades de dar y recibir, reconociendo que en algunos casos esas capacidades pueden estar a niveles más profundos y/o de difícil acceso. En un entorno en el que no llueve es mucho más difícil llenar nuestros recipientes para disponer de agua para nosotros y para los demás. En el nosotros y en los demás reside una clave que es previa a las capacidades de dar y recibir. Si yo voy a un pozo lejano en busca de agua para mis allegados y no bebo antes de emprender el camino de vuelta para que a los demás les quede más, es probable que esa agua no llegue nunca, ni a mí ni a mis allegados. Antes de dar tengo que saber recibir de mí mismo, pues si no sé recibir de mí, ¿cómo voy a saber recibir de los demás? Este dilema no ocurre con la capacidad de dar. Somos capaces de dar a los demás pese a no tener la capacidad de darnos a nosotros mismos. Radica aquí otra clave, ¿cuánto y con cuánta calidad podemos dar aquello de lo que nosotros no disponemos? “Consejos vendo que para mí no tengo” no funciona siempre.
En la situación de precariedad social en la que nos encontramos se vuelve vital ser bondadosos con nosotros mismos, permitirnos ser amables con nosotros para poder ser amables con los demás. ¿Cómo tener agua cuando no llueve? La respuesta es más sencilla de lo que parece, ya que el propio ser humano es agua. Lo mismo ocurre con la amabilidad y podemos explicarlo desde un proceso de producción endógena: la propia bondad genera bondad, tanto en nosotros mismos como en los demás. ¡Qué importante se vuelve este mecanismo en situación de sequía! Si soy amable conmigo mismo, no solo voy a generar de manera endógena la cantidad de bondad suficiente para quererme a mí, mostrar a los demás cómo me cuido y cómo ellos pueden quererse y cuidarse, sino que me coloco en una posición que me permite querer y cuidar a los demás desde una amabilidad compartida.
Suena difícil porque verdaderamente lo es. Es más fácil responder con bondad ante alguien que ha sido amable contigo. Sin embargo, en esta crisis de amabilidad en la que nos encontramos, en la que cada uno mira para su ombligo porque hemos aprendido a ser así, el mecanismo de producción endógena nos enseña que no es imposible. Efectivamente, es posible y esta posibilidad pasa porque cada uno de nosotros tome parte activa en su bondad, que pueda seguir mirándose el ombligo, pero desde la amabilidad con uno mismo, ya que compartir esa actitud será el paso que seguirá derivado del amor por nosotros mismos. Si yo he bebido agua, puedo recorrer mayor distancia para dar de beber a los demás y seguro que en mejores condiciones.
“Vale, muy bien, pero esto cómo se hace.” No existe teoría sin práctica, ni viceversa. Para poder ejercitar la amabilidad primero es conveniente detectar nuestra necesidad. Si necesitamos cariño, exploramos la manera de ser más cariñosos con nosotros mismos. Si necesitamos reconocimiento, exploramos la manera de no ser juiciosos y críticos con nosotros. Si necesitamos compañía, contactamos con nuestros seres queridos. Y la más importante de todas hoy en día, si necesitamos descanso, nos permitimos descansar sin culpa ni machaques. Para que la bondad tenga lugar es necesario un tiempo y un espacio para ella y actualmente tanto el uno como el otro están muy caros. Invirtamos en tiempo y espacio para nosotros, invirtamos en cariño y bondad y sentémonos a observar los frutos internos y externos de nuestra amabilidad.